lunes, 10 de enero de 2011

Dame tu mano, compañero de ruta y caminemos unidos en dirección a la luz

 

  
 Un paso. Otro paso. Uno más. La marcha se hace lenta. Cuesta
caminar. La subida es empinada. El sendero no está marcado.
Contemplando las estrellas todo se vuelve más fácil. No estamos
solos. ¿Hacia dónde vamos? ¿Por qué tanta gente permanece
indiferente? Subir aporta claridad, pero hacerlo implica un esfuerzo
que muchos no están dispuestos a realizar. La seguridad se paga con
la libertad. Debemos seguir andando. Hay que aprender a confiar. El
camino señalado es invisible. Sólo el corazón puede verlo. Sentir
es la clave para seguir avanzando hacia la luz.

 

 La constancia y la voluntad presentan síntomas de cansancio. La
batalla es interna. Viejos cuestionamientos y dudas afloran, saben que
sólo pueden vivir mamando de la inconsciencia y dan sus últimos
coletazos para intentar torcer el rumbo. A medida que ascendemos se
caen los andamiajes. Las estructuras se esfuman. Hay que permanecer
alertas. Nunca se sabe de qué manera se presentará el próximo
desafío. Las pruebas son una constante que nos ayudan a elevar.

 

Hombro con hombro, alma con alma, así, juntos, todo se hace más
simple. La mano cálida de un peregrino me apuntala. La sonrisa de
otro hermano me infunde optimismo. Todo suma. Es un honor poder
disfrutar cómo las mariposas danzan con el viento. Las abejas y
picaflores también nos acompañan. Son mensajes sutiles que confirman
la senda elegida. El corazón simplemente agradece por tanta
felicidad.

 

A lo lejos, todavía se escucha el eco de la risa de las masas. Creen
que estamos locos por querer que la paz y la armonía retornen a la
Tierra. Cantemos. Que nuestras manos se unan bien alto, para que desde
el valle de lágrimas vean que marchamos unidos en el amor, irradiando
la energía de una nueva humanidad. No somos mejores ni peores que los
demás, sólo buscamos no vivir en la inconsciencia.

 

Se necesita coraje, fe y actitud para seguir peregrinando. La
vibración del despertar insufla energía, cicatriza las heridas y
abre los ojos del alma. La maestría del corazón nos guía. Podemos
no verlos, pero estamos acompañados. Seres de luz nos protegen. El
caos, la desesperanza y el odio quedan en sus bajos reinos de sombras.
Luz por un lado, oscuridad por el otro. Las aguas se dividen. Un nuevo
orden se despliega.

 

Me pediste ayuda compañero de ruta, lo mejor que puedo hacer es
recordarte que falta muy poco. No aflojes, ánimo. Tom
a mi mano y
ponte de pié. Tenemos que continuar. Imagina lo majestuoso que
será llegar a la cima. Despreocupate, vamos bien. Disfrutemos del
silencio. Contemplemos el paisaje. No hacen falta las señales,
nuestros espíritus saben que aunque no existan los carteles
indicadores, éste es el camino señalado.

 

(autor Julio Andrés Pagano)

 

 

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